¿Por qué el pollito tiene que ser amarillo?

Durante los años como profesora de educación infantil y hoy en día siempre planteo la siguiente pregunta como tema de debate al profesorado:
  • ¿Por qué el pollito tiene que ser amarillo?
[Os animo a que la pongáis en práctica, provoca debates y discusiones muy jugosos.]

En mi experiencia educativa en infantil he vivido como de la caja o cubeta de colores desaparecía  el color blanco y el negro, uno por no reflejar color en un espacio en blanco y el otro por considerarlo un color no adecuado y feo.  También como para que no exista equivocación sólo proporcionar el color con el que se desea que se coloree la ficha. A mi parecer es increíble que a tan tempranas edades los niños y niñas tengan que vivir ya un estilo de censura. Increíble pero cierto. Eso sí la ficha será correctamente evaluada para el beneplácito de su familia.
(Carla - 3 años)

De esta manera tan sencilla se empieza a coartar la iniciativa y creatividad, y aunque resulte pesada sigo preguntando: ¿Por qué el pollito tiene que ser amarillo? ¿Por qué no puede ser rojo, azul, verde, negro...? ¿Por qué nos empeñamos en decir cómo son o deben ser las cosas ? ¿Por qué no permitimos que descubran de qué colores son los pollitos por sí mismos? ¿POR QUÉ?

Son importantes los modelos: mostrar, enseñar, exponer... pero no lo es más la libertad de expresión, de visión, de descubrir, de investigar, de aprender a aprender...

En torno a todo esto, gracias a una conversación interesantísima sobre educación mantenida por Twitter con Pedro Villarrubia (@pvil) me descubrió un artículo en La bitácora de Anibal de la Torre (@anibaldelatorre) en el que se muestra el cuento "The little boy" de Helen Buckley, escrito en 1961 para la School Art Magazine.

“EL NIÑO PEQUEÑO”
“Había una vez un niño que comenzó a ir a la escuela. Él era muy pequeñito y la escuela era muy grande. Pero cuando el niño descubrió que su clase tenía ventanas que daban al exterior se puso muy contento y la escuela ya no le parecía tan grande.
Una mañana, cuando hacía poco que él estaba en la escuela, la maestra dijo:
– ¡Hoy vamos a hacer un dibujo!
– ¡Qué bien! -Pensó el pequeño-
A él le gustaba mucho dibujar, el podía hacer todas las cosas: leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y barcos… y sacó su caja de lápices y comenzó a dibujar.
Pero la maestra interrumpió diciendo:
– ¡Esperen! ¡No es hora de comenzar! Todavía no he dicho lo que vamos a dibujar. Hoy vamos a dibujar… flores.
– ¡Qué bien! -pensó el niño, a él le gustaba dibujar flores- Y comenzó a hacer bonitas flores con lápiz rosa, naranja y azul.
Pero la maestra intervino de nuevo diciendo:
– ¡Esperen un momento! Yo les enseñaré cómo se dibujan las flores- Y tomando una tiza, pintó una flor roja con tallo verde.
– Ahora, dijo la maestra, pueden empezar.
El niño miró la flor que había hecho la maestra y la comparó con las que él había pintado. Le gustaban más las suyas, pero guardó silencio. Volteó la hoja y dibujó una flor roja con el tallo verde, tal como la maestra había indicado.
Otro día, cuando el pequeño niño entraba en clase, la maestra dijo:
– Hoy vamos a trabajar con plastilina.
– ¡Qué bien! -Pensó el pequeño niño- me gusta mucho la plastilina.
Él podía hacer todo tipo de cosas con plastilina: serpientes y elefantes, ratones y muñecos de nieve, camiones y coches… Y comenzó a apretar y amasar la bola de plastilina.
Pero la maestra interrumpió y dijo:
– ¡Esperen, no es hora de empezar!
Y él esperó a que todos estuvieran preparados.
– Ahora -dijo la maestra- vamos a hacer una serpiente.
– ¡Qué bien!- pensó el pequeño niño, a mi me gusta mucho hacer serpientes. Y comenzó a hacerlas de diferentes tamaños.
Pero la maestra dijo:
– ¡Esperen! Yo les enseñaré cómo hacer una serpiente muy larga.
– Aquí tienen -dijo la maestra- ahora ya pueden empezar.
El niño miró la serpiente de la maestra, entonces miró las suyas…A él le gustaban mucho más las suyas que las de la maestra, pero no lo dijo. Simplemente amasó la plastilina en una gran bola e hizo una serpiente como la de la maestra.
Así, que el niño aprendió a esperar que le dijeran qué y cómo debía trabajar y a hacerlo todo igual que la maestra, y muy pronto dejó de hacer las cosas tal como surgían de su imaginación. No volvió a hacer nada por sí solo.
Entonces ocurrió que el pequeño niño y su familia se mudaron a otra casa, en otra ciudad. Y el niño comenzó a ir a su nueva escuela.
Esta escuela era más grande que la otra y tenía que subir grandes escaleras y caminar por un largo pasillo para llegar al aula.
Y justamente, el primer día de clase que él estaba allí, la maestra dijo:
– Hoy vamos a hacer un dibujo.
– ¡Qué bien! – Pensó el niño, y esperó a que la maestra le dijera que hacer, pero la maestra no dijo nada, sólo se paseaba entre las mesas. Cuando se acercó al niño, le preguntó:
– ¿Tú no quieres dibujar?
– Sí -dijo el pequeño niño- Pero, ¿Qué hay que hacer?
– Puedes hacer lo que tú quieras- dijo la maestra.
– ¿Cómo lo hago? -preguntó el pequeño niño-
– Como tú quieras -contestó la maestra-
– ¿Y de cualquier color? -preguntó el niño asombrado-
– De cualquier color -dijo la maestra- Si todos hicieran el mismo dibujo y usaran los mismos colores, ¡cómo sabría yo lo que hizo cada cuál!
– Yo no sé… -dijo el pequeño niño-
Y bajando la cabeza comenzó a dibujar una flor roja con un tallo verde.”
Después de leer el cuento os aconsejo que os sentéis y reflexionéis durante 15 minutos o más y preguntémonos sí no estaremos educando sin darnos cuenta como la profesora del cuento.

Por cierto y para terminar os voy a contar una experiencia curiosa que me sucedió cuando era pequeña, vamos tenía 3 años. Como homenaje al color negro:

"Un día llamaron del colegio a mis padres, la profesora deseaba hablar con ellos estaba muy preocupada por mi. Mis padres se preguntaban el uno al  otro qué habría hecho con lo modosita que era.
En la reunión la profesora les pregunto sí ocurría algo en casa, si las relaciones familiares eran buenas, si estaban pensando en separarse, o venía algún hermano más... Vamos una serie de preguntas de este estilo. Mis padres desconcertados preguntaron a la profesora qué era lo que había hecho para formular esas preguntas.
La profesora sentenció: -Su hija ha coloreado todo un dibujo de color negro.
La perplejidad de mis padres fue mayúscula. 
Mi madre únicamente pregunto: -¿Usted le ha preguntado a mi hija el por qué ha coloreado con el color negro?.
La profesora respondió - No
Mi madre - Pues hágalo.
Cuando mis padres regresaron a casa me preguntaron.
Mi respuesta fue muy sencilla: - Era el único color que quedaba.

A veces las cosas son muy sencillas.

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